Desde el descubrimiento de la radiactividad, algunos elementos se consideran peligrosos incluso cuando se utilizan con fines beneficiosos. Emiten energía en forma de partículas o ondas electromagnéticas. La energía emitida por el sol que llega a la Tierra se propaga en forma de ondas y partículas electromagnéticas. El espectro de la luz incluye diferentes longitudes de onda, como rayos cósmicos de alta energía, rayos ultravioleta, luz visible de baja energía, rayos infrarrojos, microondas y ondas de radio.

Los elementos radiactivos están compuestos por partículas alfa (núcleos de helio), partículas beta (positrones), neutrones y rayos gamma. También se emiten rayos X cuando los electrones de alta energía chocan con un metal. Los rayos X y los rayos gamma son más penetrantes debido a su alta energía. Los rayos beta tienen menos energía y, por lo tanto, una menor capacidad de penetración. Los rayos alfa, beta, X y gamma son radiaciones ionizantes que pueden causar daños al producir ionización en las células y provocar cambios en los tejidos del cuerpo. La energía de estas radiaciones es suficiente para ionizar los átomos que componen las células, lo que genera pares de iones, radicales libres y productos de oxidación. El daño a las células es mayormente irreversible. Aunque se utilizan con fines de diagnóstico y tratamiento de células cancerosas, estas radiaciones tienen límites de riesgo debido a su capacidad para causar daño celular.

La radiactividad no pierde su potencia al ser absorbida o ingerida por tejidos vivos. Por lo tanto, el material radiactivo, como la lluvia radiactiva en el aire o en la hierba que es ingerida por el ganado, finalmente puede pasar a los seres humanos.

Los rayos X, gamma y los rayos cósmicos son similares, excepto que los rayos gamma y cósmicos son de origen natural. Ionizan la materia a través de efectos como la fotoelectricidad, el efecto Compton y la producción de pares (electrón y positrón). Estas radiaciones son de alta energía y, por lo tanto, más penetrantes, lo que las hace más perjudiciales para los tejidos vivos.

Varios factores afectan la exposición y el riesgo de radiación, como la fuerza de la fuente, el tipo de radiación y la distancia. El orden de energía de las radiaciones en términos de peligro decreciente es cósmica, gamma, rayos X, partículas beta y alfa.

Las fuentes de radiación ionizante incluyen centrales nucleares, plantas de procesamiento de materiales y generación de radionúclidos para fines no destructivos.

En los laboratorios médicos y químicos, los radionúclidos como el yodo, el talio y el bario se utilizan como trazadores. Sin embargo, un manejo inadecuado de estos materiales conlleva el riesgo de liberar sustancias radiactivas en el entorno. Además de su aplicación en pruebas médicas para diagnosticar fracturas óseas y estrechamientos de vasos sanguíneos, también se emplean en el tratamiento de cáncer.

En el ámbito industrial, se utilizan para inspeccionar soldaduras, estructuras internas en busca de grietas, huecos o contaminantes, así como en la conservación de alimentos y en la revisión de paquetes y equipaje en aeropuertos para detectar artículos ilegales.

Durante la última década, los accidentes en centrales nucleares han planteado desafíos significativos para la construcción y el uso de estas instalaciones. El desastre de Chernobyl, en particular, tuvo consecuencias graves, causando daños a la vegetación, los animales y las propiedades en un área de 1000 kilómetros cuadrados. Inmediatamente, cobró la vida de 36 personas y, a lo largo de los años, el número de fallecidos ha aumentado a decenas de miles. Los trabajadores involucrados en la molienda de uranio también se encuentran entre los más expuestos a partículas radiactivas, aunque se pueden evitar con el uso de ropa protectora. Sin embargo, la presencia de gas radón, producto de la desintegración del uranio, supone un peligro aún mayor.

Después de la fisión del uranio-235, los radionúclidos generados en el combustible gastado, como el cesio, el estroncio, el yodo y otros con vidas medias muy largas, pueden ser peligrosos. Otros desechos radioactivos incluyen filtros, trapos de limpieza, disolventes, ropa de protección, herramientas manuales, instrumentos, viales, agujas, tubos de ensayo y cadáveres de animales.

Para garantizar la seguridad en la gestión de materiales radiactivos, es fundamental seguir medidas de precaución y prevención, como:

  • Capacitar al personal de forma adecuada en el manejo, uso, operación y transporte de los materiales radiactivos.
  • Realizar inspecciones por parte de ingenieros de seguridad en todas las instalaciones que emitan radiación, así como en los dispositivos y equipos de protección del personal.
  • Restringir el acceso a áreas con radiación ionizante y permitir solo la entrada de personal autorizado.
  • Colocar señalización adecuada en las áreas donde se encuentran los equipos de ionización.
  • Realizar simulacros de emergencia de manera regular.
  • Mantener los instrumentos que utilizan fuentes radiactivas en recintos blindados hechos de materiales que atenúen la radiación a niveles permisibles. Además, se debe monitorear constantemente la radiación que sale de estas áreas.
  • Proporcionar a cada trabajador un dosímetro o película para medir la radiación absorbida y mantener un registro de dicha exposición.
  • Minimizar el tiempo de exposición de los trabajadores tanto como sea posible.
  • Proteger las partes vitales del cuerpo del personal con ropa protectora, gafas, guantes, máscaras y calzado adecuado.
  • Prohibir comer, beber y fumar en áreas donde se manejan materiales radiactivos.
  • Realizar la limpieza de derrames con la asistencia de ingenieros de seguridad, lo que incluye prevenir la propagación, limpiar completamente el área afectada y descontaminar exhaustivamente al personal contaminado.

Además de los riesgos asociados con la radiación ionizante, también existen otros tipos de radiación, como la radiación ultravioleta (UV), la radiación láser y la radiación de microondas, que requieren precauciones adicionales. Por ejemplo, se recomienda el uso de gafas de protección con filtro UV en presencia de radiación ultravioleta. La radiación láser, con su alta energía enfocada, puede ser peligrosa si no se utiliza correctamente, y se deben tomar medidas de protección adecuadas. En cuanto a la radiación de microondas, se debe tener cuidado con el uso de dispositivos que la emitan, y se deben evitar situaciones en las que materiales inflamables puedan entrar en contacto con campos de microondas.

Finalmente, la radiación de radiofrecuencia (RF), utilizada en la radio, televisión, satélites y comunicaciones móviles, también plantea preocupaciones en términos de seguridad. Se están realizando investigaciones para evaluar los posibles efectos dañinos de los teléfonos móviles en el cerebro, así como para establecer límites seguros para el amplio espectro de ondas de radio. Los rangos de frecuencia entre 30 y 300 MHz son los más restrictivos en términos de absorción de energía de RF por todo el cuerpo.

En resumen, la gestión responsable de materiales radiactivos es esencial para preservar la salud y proteger el entorno. Mediante el cumplimiento de rigurosas medidas de seguridad, podemos minimizar los riesgos asociados con la radiación y garantizar un manejo adecuado en todos los ámbitos donde se emplean estos materiales.